PsicoSalud Alcalá

Alimentación Emocional

Alimentación emocional o comer emocional.

Sé que todos sabemos que lo que comemos actúa directamente en nuestro organismo, pero también en nuestra psique./alma. Pero el término de alimentación emocional… ¿A qué nos referimos con esto? A aquellas personas que no comen únicamente por necesidad o placer, sino por un estado de ánimo.

Se busca a través de la comida sentirnos mejor.Este fenómeno de alimentación emocional se ha vuelto más grave en los últimos años con el aumento de la comida basura. Así pues, cuando una persona sufre estados de ánimo negativos, como la frustración o el estrés, se rinde frente al impulso de refugiarse en la ingesta de estos productos.

Pero aunque a veces cueste creerlo, este tipo de dieta impulsiva, lejos de actuar como calmante a medio y largo plazo, refuerza la propia ansiedad.

Es como un ciclo vicioso…

 Comer comida basura refuerza el estado de ánimo negativo.

El problema es que en el momento de la comida, cuando se ingieren pizzas, bollería industrial y otros productos de baja calidad y poco aporte nutricional, sólo se consigue un bienestar a corto plazo. Desaparece en breve este bienestar, por lo que aparece nuevamente el malestar, e incluso el sentimiento de culpa, que cada vez se vuelven más fuertes en la mente de la persona.

Lo primero que hay que hacer en estos casos es corregir primero el estado de ánimo.

 Es evidente que la persona debe volver a estructurar sus horarios de comida, pero sobretodo es fundamental que identifique qué le produce el malestar que le lleva al camino de la ingesta de comida basura (ya sea estrés, tristeza, aburrimiento, sentimientos de soledad…). Es que es importantísimo aprender e integrar en su rutina herramientas alternativas que ayuden a calmar su ansiedad.

¿Y cómo podemos diferenciar entre hambre emocional y  hambre físico?

 Es muy importante aprender a diferenciar cuando el hambre viene de nuestro cuerpo, por decirlo de alguna manera, y no de nuestro malestar emocional. Os puedo comentar algunas de las diferencias que hay entre ambos para así aprender a identificarlos cuanto antes.

Estrategias para manejar este problema emocional.

Primero, como os he comentado, hay que diferenciar entre hambre emocional y hambre físico. Esto es clave.

Una vez aprendida la diferencia entre el hambre física y el emocional, el siguiente paso es identificar qué es lo que activa esa señal en uno mismo. Para ello puede ser de ayuda hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué lugares, situaciones o emociones hacen que busque consuelo en la comida?

Más tarde, es importante generar otras alternativas para “alimentar” las emociones. Algunas alternativas muy simples pero efectivas pueden ser: realizar algún deporte o salir a caminar, llamar a alguien con quien se esté a gusto, realizar actividades placenteras e interesantes, etc. Es importante destacar que estas alternativas se utilizan como “muletas”, como apoyos para reducir ese malestar, pero que es necesario ver qué me pasa por dentro (ese estrés, los sentimientos de soledad o ineficacia…), y trabajarlos desde la raíz.

 Y luego por último se aconseja la práctica del comer consciente. Es decir, prestar atención a la lista de la compra y tratar de no incluir alimentos relacionados son sus atracones emocionales. Comer cuando haya apetito. Apreciar la comida. Comer con bocados pequeños, bien masticados que lleven a una comida más lenta. Y activar el resto de sentidos a la hora de comer.

 ¿Existe entonces una adicción a la comida?

 Sí, correcto. Y esto ocurre cuando: -Necesitamos comer algo sin tener hambre. -Cuando comemos cuando nos sentimos emocionalmente mal (tristes, angustiados, estresados, aburridos, etc). -Si pensamos mucho en la comida. -Si dejamos otras actividades por algún motivo relacionado con la comida. -Y si la usamos inconscientemente para evadirnos de algo que no podemos manejar.

 Antes de terminar me gustaría recalcar dos cosas:

No pasa nada por ingerir con una baja frecuencia este tipo de alimentos poco nutritivos. El problema aparece cuando la ingesta se produce con el objetivo de reducir la ansiedad.

Comer porque estamos tristes, deprimidos o insatisfechos, por ejemplo, nos ayuda momentáneamente a sentirnos mejor, pero no resuelve nuestro problema real: nuestro dolor interno.

Escrito por Carlota de Sousa González.

Psicólogo General Sanitario.

Número de Colegiada M-23100

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